Al principio era el cuerpo
- Claudia Maiocchi
- 13 ene 2022
- 3 Min. de lectura
En el marco de una Tutoría personalizada, acompaño a la escultora María Boneo en la escritura de un próximo libro: un diálogo entre su vida y su obra. A partir de cuestionarios y consignas, ella produce textos en primera persona, que edito y revisamos juntas. Otros fragmentos surgen de los mismos encuentros virtuales, que se desgraban y también editan. Se reproduce a continuación uno de los textos surgidos en 2021, con autorización de la artista e ilustrado por algunas de sus obras (¡Gracias, María!). A partir de febrero, a seguir poniendo el cuerpo...

La obra de la artista María Boneo se impone en el espacio siempre en tres dimensiones… como mínimo. La escultura, la talla, el monumento: hay corporalidad en todo lo que hace, incluso cuando pinta. Digitaliza una obra escultórica, la edita, la fragmenta, la transfiere a la tela y la interviene. Le incrusta restos, los mismos materiales que usó para conjurar tonos, colores y texturas: el plástico de frascos y botellas, por ejemplo.
Le pregunto por su primer recuerdo.
Le cuesta ir más allá de aquel barco que trajo a la familia a la Argentina. Desde Belgrado, uno de los destinos de su padre: diplomático, serio, lector empedernido, escritor y poeta. También poeta la madre, protectora y bohemia... Cinco hermanos —María, la más pequeña. Mercedes, la mayor, que partió muy temprano; Elena, la segunda, que le lleva diez años. Un poco su mentora, un poco hada madrina. Patricia, también tocada por el arte… y por algunas penas. Y Martín, el único varón, justo antes que ella.
Sigamos hacia atrás, allá en Belgrado, donde nació María: los siete por el bosque andan en bicicleta. Los hermanos la empujan en trineo, loma abajo en el jardín de casa… En la puerta, un chofer los espera para ir hasta el colegio. De la casa de allá, solo el jardín emerge. Ya acá, la biblioteca: una escalera enorme. María trepa.
Le digo: en tus recuerdos también el cuerpo manda.

*
María, ¿me contás qué libros te marcaron? De aquella biblioteca que trepabas, o bien de cualquier otra. El riesgo encendido, de mi padre, Martín Alberto Boneo, contesta sin dudar. “¿Sabés que visitaba a las Ocampo, que publicaba en Sur? También escribía cartas: ¡dicen que fue un espía! En casa había poesía por todas partes. Becquer, Neruda, tantos. ¿Más acá? La hija del caníbal (Rosa Montero), La Caverna, de Saramago. “
*
Volvamos a la infancia: adiós a Yugoslavia en ese barco inmenso. El viaje, interminable. Conoce a una mujer extravagante. Para la niña, es Reina. La mujer se disfraza, hay fiesta a bordo. En una escala, María baja con ella, el tiempo se les vuela ¡y el barco casi zarpa sin que lleguen!
En Buenos Aires, la escuela es un problema. En la casa se hablan el inglés y el francés… El español, apenas (bueno, sí con mamá, pero leer y escribir, ¡cómo le cuesta!) Igual, siempre se la ve alegre…
“Una vez, papá me hizo dormir con una nana inglesa… ¿Sería un nonsense? El ritmo lo llevaba abriendo y cerrando la puerta corrediza de un placar. También me recitaba: María Chucena techaba su choza / y un techador que por ahí pasaba… “

Si ella elige el recuerdo, sin embargo, lo que le surge es su primer contacto con el arte: “Junto los materiales y con mucho pudor la acompaño a Elena a una clase, en el taller del profe Miguel Ángel. Entramos y están todos dibujando… Elena está en su salsa. El dibujo no es lo mío, pero igual me cautiva la escena. Sobre todo, esa modelo en vivo, allí, desnuda. No dejo de mirarla: ocupa el centro de la sala, solas ella y la luz. Y todos la contemplan concentrados. El respeto me invade, ¿cómo empiezo?”
Fue la primera vez que trabajaba a partir de un cuerpo de mujer. Habría tantas...
Y llegó a Bellas Artes, a la arcilla. “Hagan un pie”, indica el profesor. Las manos de María cobran vuelo: pronto el pie tiene vida. El profesor detecta la proeza.
En el Génesis propio de María Boneo, al principio era el cuerpo. No solo la palabra.
Claudia Maiocchi
Fotos: Gentileza María Boneo

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