top of page
Buscar

¿Hace cuánto no luchás, Batman?

  • Foto del escritor: Claudia Maiocchi
    Claudia Maiocchi
  • 11 dic 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 17 dic 2020

Sobre la base de una consigna tomada de “La gente anda diciendo”, Delia Dubroff –de amplia trayectoria en el ámbito educativo y como Asistente Social, además de como artista textil construye una historia con algunas de sus “hebras” características: sensibilidad, conciencia social y una imaginación que levanta vuelo.


Salgo de mi departamento. A la par, los tres vecinitos de enfrente abren la puerta junto a sus padres. Nos saludamos. El más pequeño me dice:

- Hoy es mi cumpleaños.

- Qué lindo, contesto.

- No. Estoy triste. Mis amigos no pueden venir. Mi mamá me prometió que lo hacemos otro día ... Extraño a mis primos también. Los globos...


Lo consuelo con las palabras vacías que ponemos los adultos ante el sinsentido. Salimos del edificio. Tomamos distintos caminos

Esta época cambió a todos. No nos abrazamos. No festejamos cumpleaños. Nos ocultamos con el barbijo.

Camino por Cabildo hasta la Plaza de Juramento. Cruzo la calle y veo la algarabía de unos chicos alrededor de un Batman que vende globos.

Bueno, algo está volviendo. ¿Y si les compro a mis vecinitos? Eso: burlemos a la pandemia.


Me acerco. Espero que la pandilla de niños se calme. Se van corriendo con sus globos multicolores. Solo queda una niña rubia que mira al superhéroe sin parpadear:

- ¿Qué color querés, princesa?

- El rojo.

- Todo tuyo.

- Batman, ¿cuánto hace que no luchas?

- ...

Hago mi compra, lo miro hondo.

- ¿Qué le puedo contestar?, me dice por lo bajo.

- No sé…


Elijo un banco. Me siento al sol.

¿Qué pregunta este hombre? Me intriga… ¿Quién estará dentro de ese disfraz?

De pronto, Batman se acerca y se sienta a mi lado. Me sorprende y me alegra. Nos habíamos mirado con esas miradas que flotan en el aire sin saber dónde posarse.


Pasan unos minutos.

- Hace mucho que no lucho – dice. -Es verdad. Estos años perdí la batalla. Luché, no como héroe, como hombre. Creo que perdí.

- Es difícil este momento... -digo tímidamente.

- No es solo la pandemia.


Como una catarata empieza su relato. Necesita sacar angustia y traer recuerdos. Como si quisiera justificarse. Su voz es pausada, por momentos temblorosa. Sus manos blancas, de dedos largos. Es un hombre mayor.

- La niña corrió hacia los padres y toda mi vida me vino a la memoria. Como en una película desenredada.


La plaza se va llenando. Las ferias ofrecen sus productos. Mujeres y hombres se detienen ante los puestos. Preguntan. Compran. Las jovencitas coquetean con sus parejas. Shorts muy cortitos que hacen lucir sus largas piernas.


Que envidia. Ni una arañita, ni una várice en su piel.


Batman sigue su relato:

- Las veces que vine con mis hijos. Los cucuruchos de pochoclo. Las hamacas. Las peleas. Mi dulce Teresa, como buena madraza, corría a la par para que no se lastimaran. Me encantaba comprarles lo que querían.


Pasa una mamá arrastrando un cochecito de bebé. Habla por celular. Ni lo registra a Batman. Tampoco a mí. El hombre continúa:

- Tuve una infancia feliz y quería lo mismo para ellos. Trabajé duro para darles los gustos, que fueran a las mejores escuelas y llegaran a ser profesionales brillantes.


Un par de cotorras dicharacheras pasan volando y se posan en lo alto de un ombú.

Como me gusta el cántaro de los pájaros. Varias veces le saqué fotos a las raíces para bordarlas…

- Lo logré, ¿sabe? Mentes brillantes que no tenían espacio en este país. En el 2001 se fueron al extranjero. El nido vació no lo sufren sólo las mujeres. No regresaron. Les va bien...

- Bueno, es un consuelo, ¿no? -intervengo sin mucho convencimiento.

- Sí. Pero desde ese año mi pequeño capital se fue diluyendo. Teresa se enfermó y después... Los chicos vinieron a despedirse. Vení con nosotros, papá, qué vas a hacer solo. Pero este es mi lugar.


Me quedo muda. Trato, trato de no meterme. Vine a relajarme.


Pongo parte de mi atención en las mujeres que compran cactus, sahumerios...No me tengo que olvidar de comprar el palo santo.

- ¿Sabe? Teresa era mi refugio. Siempre felices. Nos conocimos en el secundario y nunca nos separamos. Nos gustaban las mismas películas, los mismos libros, la misma música. Almas gemelas. Me hizo prometerle que seguiría luchando. Traté, pero la economía...


Sigo mirando a los niños. Los papás sostienen los monopatines de los más pequeños.

– Tené cuidado, casi te llevás por delante a la señora.


Las bicicletas zigzaguean entre los caminantes.

Hermoso día. Respiro el espacio que me da la cuarentena.

- Vendí lo poco que quedaba y alquilé la casa amueblada. Me mudé a un departamentit, al fondo de la casa de un amigo... Se lo oculté a mis hijos. Eso sí: no dejé libros, ni discos.


Escucho sin dejarme invadir. El sol se esconde en algunas nubes. Empieza a refrescar. Las voces se superponen:

- Vení a ponerte la campera.

- Señora, ¿me compra?

- Una moneda, por favor...

Todo junto. Típica escena de plaza. Algunos niños se acercan, miran a mi acompañante impensado y salen corriendo.

- Y este traje… Me lo compré para un cumpleaños del más chico. Fanático de Batman y Ciudad Gótica. Me disfracé a escondidas, toqué timbre y él me abrió la puerta. La cara.... esa cara no me la olvido nunca. Lo disfrutamos tanto que nunca quise deshacerme de él... Y aquí me ve.


Lo miro. Empiezan a aparecérseme imágenes de los cumpleaños de mis hijas. La pregunta se arma sola y me sale así:

- ¿Y usted cree que no sigue luchando?

- No. Solo disfraz. Mi Batman interior ya no está.


Dos mamás con sus niños le piden globos. Él les deja elegir color, a ellos les cuesta decidirse. Les muestra uno, otro.

– Este, mami.


Cuando se van, me atrevo:

- ¿Puedo decirle algo?

- Claro. Con todo lo que me escuchó… Perdone el tiempo que le saqué.

- No, yo le agradezco. Vio cómo es la vida… Fíjese que frente a mi departamento vive una familia con tres hijos. Hoy es el cumpleaños del más pequeño. Me contó que estaba triste porque sus amigos no podían venir y porque no tiene globos...¡Imagine su cara cuando le cuente que Batman se los mandó!


El hombre calla. El silencio de pronto inunda la plaza. Lo miro atenta. Espero.

Entonces un nuevo grupo de chicos lo reclama. Mientras se aleja, se da vuelta y sonríe:

- ¡Cuéntele, por favor, que Batman se los trajo en el batimóvil!

Hoy me convierto en superheroína.


Delia Dubroff Taller de Escritura Vivencial (TEV)



 
 
 

Comments


Join my mailing list

Thanks for submitting!

© 2023 by The Book Lover. Proudly created with Wix.com

  • Icono social LinkedIn
  • Facebook icono social
bottom of page